sábado, 22 de agosto de 2009

El sexo, el orgasmo y las mujeres de nuestra generación


El orgasmo femenino es una condición física y psíquica que puede considerarse independiente del compañero o de la pareja con la que la mujer comparte su vida, sus hijos, su historia personal y social.

Por supuesto, existe una química o una atracción que hacen que una relación funcione, tanto en el ámbito familiar como en el área sexual, cuando dos personas que deciden libremente conformar una pareja.

Estamos expresando en este artículo la idea que el orgasmo femenino puede ser inducido, ayudado, creado por la mujer misma, si esta deja de lado los atavismos provocados por un estilo de educación, de crianza, patrimonio de la época en la cual nacimos y que prohibían tanto la imaginación, como las practicas auto eróticas que ayudan a lograr esa culminación sensorial en el coito, tan difícil de entender, si se acepta que "el placer de la mujer es el de complacer al hombre".

Muchos estudios fueron dedicados a este tema, muchos puntos buscados y encontrados, en la vagina, el clítoris, la profundidad de la penetración, los ritmos, etc.
La facilidad o dificultad para llegar u obtener un orgasmo se centra generalmente en dos factores: la compatibilidad con el compañero o las represiones que padece la mujer anorgasmica o con dificultades para lograr un orgasmo.
Habitualmente no se tiene en cuenta que existen mujeres que alcanzan el orgasmo sin dificultad alguna, y muchas veces en más de una ocasión durante cada una de las relaciones sexuales.

Para todas esas mujeres es muy importatante el complemento de sus sensaciones a través del uso de la propia imaginación, del conocimiento y reconocimiento de su cuerpo y de sus fantasías y de las zonas erógenas que les son particulares, que no deberán ser temidas, sino enfrentadas física, psíquica y emocionalmente, para poder beneficiarse de ellas.

En realidad, las mujeres debemos asumir la responsabilidad de nuestras propias reacciones sexuales, ya que podemos potenciarlas, comunicar nuestras sensaciones físicas y por lo tanto compartirlas, fomentarlas o temer y callarnos, culpando a los hombres de egoístas, cuando en realidad, quizás simplemente hayan sido criados por la misma generación que nos educó a nosotras, en el desconocimiento de nuestras capacidades, deseos y necesidades.